viernes, 19 de junio de 2009

Cap. 3

La salida.
-¡¿¡Adela!?! ¡¿¡Adela!?! –me decían todos a le vez. Yo seguí gritando hasta que Felipa me cogió la mano y Betty me abrazó y me comenzó a mecer.
Se escuchaba un sonidito estridente. Ti, ti, ti, ti. Sonaba muy rápido. Alex llamó a la enfermera y ella llego y me intentó calmar. Yo no conseguía calmarme, pero ya no gritaba. Ahora convulsionaba. No podía parar. Vinieron dos enfermeras más y me metieron una tela en la boca –esperaba que no sea una media- mientras me sostenían en la cama para que no me cayera. Vi a Felipa llorando y a Betty apretando sus manos contra su rostro.
-¡Llamen al doctor! –gritó una. Otra asintió y se fue corriendo. Sonó por el micrófono no sé que color de código y el número de la habitación. 719. El doctor apareció en la puerta seguida de la enfermera que se fue corriendo y de otra enfermera. Entre todos me sostuvieron bien fuerte y el doctor –luego de gritarles a mis hermanas que se mantengan alejadas- inyectó algo en el cable conectado a mi brazo. Creí que me haría dormir pero solo me paralizó en la cama y me estabilizó el pulso.
Hasta que no estuve totalmente calmada, ni el doctor ni las enfermeras se fueron. Y cuando eso pasó le dije a Alex:
-Lo siento-. Él me miró asombrado al igual que Felipa y Betty y se acercaron a mi cama corriendo. Felipa me abrazó cuidadosamente y empezó a sollozar en mi cuello. Betty me tomó la mano y la acercó a su boca y empezó a llorar; Alex me acarició la mejilla con su dedo índice y medio y una sonrisa de oreja a oreja. Pasó cerca de un minuto escaso y tenía que ir al baño.
-Que bien que estás mejor-. Yo le sonreí abiertamente y le miré a los ojos durante un largo rato.
-Mañana te dan de alta-. Dijo Betty sonriendo.
-¿En serio?-. Exclamé entusiasmada. Ya quería irme de allí.
-Si, pero dicen que no puedes volver a manejar hasta dentro de unas cuantos meses-. Dijo mientras yo iba haciendo una mueca.
-¿Y quién hará las compras?- pregunté. Alex bajó la mirada y se puso rojo como un tomate.
-Alex se ofreció a hacer las compras hasta que tú estás bien-. Dijo Felipa.
-Ay, gracias Alex-. Dije algo aliviada.
-No hay de que-. Me respondió avergonzado.
De pronto sonó el celular de Alex. Lo miró y su piel cambió del rojo al blanco.
-¿Aló?-. Dijo con la voz temblorosa. Él no se daba cuenta de que era obvio cuándo mentía y cuándo no.
Hubo un momento de silencio porque todas queríamos saber quién era.
-Mamá ya te dije-. Se me pusieron los ojos como platos. –Estoy en la casa de Álvaro-. Álvaro era el mejor amigo de Alex. Eran vecinos… bueno, éramos vecinos pues ellos vivían a un lado de la calle y yo al otro. Y no sé por qué razón, Alex dijo que estaba en la casa de Álvaro si él mismo sabía que Regina podía enviar a Angela, su estresante hermanita de 13 años que era enemiga íntima de Felipa y mía, a buscarlo.- Me quedé a dormir-. ¡Ja! Como si ellas se lo creyeran. Luego de un rato suspiró.- Si, ya voy-. Colgó el teléfono y nos dijo:- Tengo que irme.
Me dio un beso en la frente y yo no pude evitar que mis ojos se cerraran. A Betty y a Felipa les dio un beso en la mejilla, luego me miró y se fue corriendo. Felipa me miró y me dijo:
-¿Necesitas algo?
-No gracias. Solo quiero salir de aquí-. En realidad, sí necesitaba algo. TENÍA QUE IR AL BAÑO.
-Mañana saldrás-. Me prometió Betty. Yo le sonreí.
-Eso espero-. Dije.
Al cabo de cinco minutos seguíamos en la misma posición hasta que ya no pude más.
-¿La verdad?, si necesito algo-. Dije algo desesperada.
-Cualquier cosa-. Respondieron al unísono.
Soné algo ansiosa cuando dije:
-Tengo que ir al baño.

Respiré la brisa que entraba por la puerta de salida. Miré a la enfermera que sostenía mi silla. Ella me miró también y me sonrió. Luego miré a Felipa y a Betty. Ambas miraban a Alex apoyado en la camioneta guinda de Regina y estaban sonriendo. Luego miré la gasa de mi brazo. No había sentido nada cuando me quitaron el cable. Solo había escuchado los respingos de Betty, Felipa y Alex.
No sabía porque, pero me sentía insegura afuera. Me sentía mejor en el hospital. Y ahora, iba a irme de ese lugar, y estaba aterrada. Aterrada de verdad. Miré a Alex a lo lejos y él me saludó con la mano.
Betty y la enfermera me ayudaron a pararme mientras Felipa iba con Alex y abría la puerta del carro en donde yo me subiría. Me subí pesadamente pues hace días que no caminaba y era muy alto ese carro. Me senté al medio del asiento trasero de la camioneta. Felipa a mi derecha, y Betty a mi izquierda. Alex estaba en el asiento del conductor y Angela estaba en el asiento del copiloto. Tenía cara de impaciente cuando Alex arrancó el carro y empezó a conducir despacio.
-¿Ya vamos a llegar?-. Dijo Angela insistentemente. Alex frunció mucho el ceño. Nunca lo había visto así.
-¡¡¡TO-DA-VÍA-NO!!!-. Dijo sílaba por sílaba.
-Mamá dijo que me llevaras a mi fiesta a las once… ¡y son las diez y quince!- Gritó Angela desesperada.
-¡¡¡YA VAMOS A LLEGAR!!!-. Gritó y luego se calmó-. Vamos a hacer una parada antes.
-Mamá se va a molestar contigo por venir al hospital. A ella no le gustan. En especial desde que se enteró de que viniste a ver a Adela.-. Dijo Angela maliciosamente. Por el espejo retrovisor vi como sus ojos azules brillaban. Me dio rabia. Ella siempre le hacía la vida imposible a Alex. Pero me sentía halagada al saber que él había venido mintiéndole a su mamá.
-Sí, pero tú no le vas a decir nada porque temes por la salud de tu querida flor-. Dijo Alex sonriendo. Él odiaba a la gata de Angela, en especial desde que malogró y destrozó su trabajo de Geometría.
Angela le frunció sus espesas cejas marrón oscuro. Eso le hizo parecer a Regina.
-Idiota-. Dijo bajito.
Alex se rió y no pude evitar el sonreír. Felipa y Betty se rieron un poquito.
Angela volteó y fulminó con la mirada a Felipa mientras que ésta miraba la ventana haciendo como que no se daba cuenta. Luego de un rato, Angela volteó y fulminó el parabrisas.
Me dí cuenta que el día era soleado y decidí invitar a todos mis amigos a hacer un picnic. Invitaría a Sol, Norka, Lacie, Álvaro y Alex. Sólo nosotros. Sin molestosos adultos –hablo de Regina- que nos observen todo el día.
Miré a Alex. Se le notaba ansioso. Miré un letrero que decía: “A Koga’s” –¿Por qué todo el mundo quería ponerle nombre inglés a todo?- que era el mercado local. Llegamos y solo Alex y yo nos bajamos. Las demás se quedaron.
-De acuerdo-. Dije cuando entramos.- ¿Qué compraremos?
-Lo que tú quieras-. Dijo como si fuera obvio-. Es tu f… -. Se interrumpió a mitad de frase.- Lo que tú quieras- Volvió a repetir.
Le miré con cara de sospecha.
-Está bien- Dije.
Nos demoramos como media hora en comprar todo porque no nos decidíamos si comprar helado de vainilla o de chocolate. Al final gané yo. Compramos helado de vainilla, galletas, waffles, chocolate, marshmellows, gaseosa, agua y vasos.
Regresamos a la camioneta y todas sudaban. Alex debería haber dejado una ventana abierta.
Angela y Felipa discutían, o más bien, peleaban porque cuando las vimos, Angela le jalaba la trenza a Felipa y Felipa intentaba arrancarle mechas de su cabello suelto a Angela.
Betty las intentaba separar poniendo una mano en la cara de la otra, pero no pararon hasta que Alex apareció. Ni siquiera me hicieron caso a mí.
-Paren o llamo a Regina-. Amenazó Alex.
Pararon al instante, pues Regina era capaz de pegarles a ambas, aunque Felipa no fuera su hija. Yo le miré con cara de pocos amigos.
¿Qué?-. Preguntó inocentemente.
Le dí un manotazo en el hombro y me subí al auto. Él se rió por mi falta de fuerza.
Guardó las cosas y se subió a la camioneta.
-¡¡¡AJ!!!- Gritó Alex cuando intentó arrancar la camioneta. Angela chocó su frente contra la guantera.
-Te lo dije-. Dijo Angela molesta.
-Si quieres, te puedes ir caminando-. Espetó Alex.
-Mamá dijo que…
-¡YA SÉ LO QUE DIJO!-. Gritó Alex.
-¡Entonces debiste hacerle caso!-. Le respondió Angela.
-Tú…-.dijo y se interrumpió a mitad de frase.- …cállate nomás.
Angela se bajó del carro y comenzó a caminar hacia la pista –hacia donde supongo era la fiesta de la que hablaba.
-Adela, por favor esperen aquí-. Me dijo Alex.
-OK-. Le dije de mala gana. Todavía seguía molesta por haberles amenazado diciendo que llamaría a Regina.
Alex se fue corriendo detrás de ella y Felipa, Betty y yo nos quedamos solas.
Hasta ahora no me había dado cuenta del hambre que tenía.
-Esperen aquí-. Les dije. Ellas me miraron extrañadas.
Pasé encima de Betty y me dirigí a la maletera. La abrí y allí encontré lo que buscaba. Las galletas que habíamos comprado. Saqué tres paquetes y cerré la puerta de la maletera.
-Hola-. Dijo esa voz tan grave y familiar que hasta había soñado con él.
Me vino uno de esos escalofríos que sientes cuando alguien da un portazo mientras tú haces tu tarea en completo silencio.
Me volteé y lo vi ahí parado, cruzando los brazos con un aire despreocupado.
Santiago estaba aquí. Oh no.
-Hola-. Dije.
-¿Cómo has estado? Hace días que no te veo-. Preguntó.
Yo levanté una ceja. Oye tú. He estado varios días en el hospital porque sufrí un accidente y no has venido a verme. Así que vete y no me molestes quise decirle. Pero mi cobardía me hizo decirle:
-Bien-.
-Que bueno-. Dijo sonriente.- Oye, ¿por qué tienes eso en el antebrazo?-. Dijo refiriéndose a la gasa que me habían puesto.
-Estooo… me sacaron sangre-. Dije algo nerviosa.
-¿Para qué?-. Preguntó.
-Paraaa… saber…nunca me lo dijeron-. Dije más nerviosa todavía.
-Ahhh…
-¿Y tú por qué estás aquí?-. Pregunté.
-Estaba con mi novia comprando comida para un picnic para nosotros-. Dijo.- ¿Quieres que te la presente?
¡¡¡NOOOOO!!! Pensé.
-Está bien-. Dije. Y cuando se volteó para llamar a su novia yo hice una mueca. ¿Venía hasta aquí para hacerme sentir mal o para golpearlo? Me estaba comenzando a irritar.
-Rosa-. Llamó.- ¿Puedes venir?
Y ahí apareció. Salió del convertible de Sango una mujer alta, tanto como él, con pelo rubio y tez clara. Mientras más se acercaba, más pude definir su rostro.
Era la chica de mis sueños.
Se me cortó la respiración y me tuve que agarrar de la camioneta para no caerme. Los paquetes de
galleta se me cayeron. Mis manos empezaron a sudar, y se resbalaron. Me caí al suelo y me desmayé.